No tenía muy claro cómo empezar a redactar
la experiencia que he tenido en mi visita al CIE de Carabanchel, pero como
siempre, lo mejor es ir por orden de acontecimientos. La cronología no falla.
Pensando en casa en cómo iba a encuadrar la entrevista, mi cabeza no hacía
más que dar vueltas sobre preguntas que luego al repensar parecían estúpidas. Además…
¿quién iba a atenderme? no puedo hacer las mismas cuestiones a todo el mundo…por
lo que me fui con mil ideas y ni una pregunta.
Nada más llegar infringí la primera
norma, pasar con mi coche a un patio donde una señal lo suficientemente grande
me advertía que sólo podían pasar vehículos autorizados, pero como nadie
vigilaba... Con el ticket del parquímetro mi coche pasó desapercibido.
Al pasar, el policía de la entrada se
quedó sorprendido ante mi explicación: “hola, soy estudiante de Trabajo Social,
vengo a solicitar información sobre el CIE”, sin saber muy bien que responder
me manda a un patio y me indica que vaya a la puerta de la izquierda. Yo, decidida
y segura de donde ir, salí al patio y ¿cuál fue mi sorpresa?, que efectivamente,
tenía que ir a la izquierda, a la derecha sólo había un muro, ¿y ahora qué?, ¿cuál
de las cuatro puertas elegir? Acto seguido me encuentro con una cola en la
calle en la que esperan decenas de inmigrantes a ser atendidos. Hoy hemos
tenido suerte, no llovía ni hacía frío en exceso, ¡menos mal! Y la lógica me
empuja a dirigirme a la puerta donde nadie espera, evidentemente ya tuve suerte
con lo del frío, así que no era allí.
Vuelven a darme otra indicación. Me
dirijo a otro edificio, por el camino me topo con un señor chino que no habla
apenas castellano y que intenta que alguien le indique. Está igual de perdido
que yo, así que, ya se sabe: dios los crea… Me acerco a él, y con mi inglés de
extrarradio nos entendemos y le indico como si yo conociera el centro, pero dio
la casualidad que acerté. De repente, con el lio del inglés suena una voz como
de ultratumba que le indicaba a un Seat León con matrícula tal y tal que retire
su vehículo ya que ha estacionado en una zona exclusiva para vehículos
autorizados… ¡Madre mía, menos mal que me compré un i30!
Al llegar a la parte de arriba espero
una cola de veinte minutos. Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que no hay
ni un solo cartel en otro idioma que no sea el español, y curiosamente, a lo
que más se atiende es a inmigrantes. No lo entiendo, entre los carteles
encontramos información, autorización de regresos, SACE, cambio de domicilio,
compulsas y certificados, entre otros carteles informativos. Llegó mi turno.
Aunque tampoco era el lugar donde debía de preguntar. El señor que estaba en la
mesa de información me indicó que lo mejor sería asaltar a algún policía, ya
que son los únicos que podrían decirme algo. Bueno, ¡pues allá voy!
Por fin. Acompañada de un policía, me
piden el DNI, me apuntan en el libro de “visitas” y me ponen una pegatina de visitante.
Me indican que arriba hay varias puertas entre ellas la del director del CIE. Le
comento que si puedo dirigirme directamente al director, pero no estaba. Fui a
otra puerta, la de administración. Les cuento qué es lo que estoy buscando, me
dice que nadie va a querer contestarme, que luego ponemos lo que queremos y que
mentimos. Llegó otro señor a administración más dispuesto a contestar a algunas
de mis preguntas, o eso parecía.
Les pregunto sobre la estructura
arquitectónica del edificio. Les comento que he leído que no hay baños: se
callan, me explican que este centro comenzó a funcionar hace siete años y que
ahora es cuando están instalando los baños. Me dicen que no entendemos que esto
para ellos es un hotel de 10 estrellas. Me quedé blanca. Le dije que no es
necesario compararnos, que debemos intentar cubrir las necesidades de todos. Me
contestan que hay que poner la situación en el contexto. No entendí en qué
contexto; lo pregunté y se quedaron callados. De nuevo en la conversación, uno
de los señores le insistía al otro que no dijera nada, que él no podía
contestarme, que podían llamar al jefe de seguridad.
Les pregunté cómo se les informa del
tiempo en el que van a estar en el centro y me contesta que el tiempo máximo
son 60 días. Quería saber si se cumple, e insistí en cómo se les informa. Vuelven
a callar.
Ante la insistencia de mis preguntas,
me piden que sus nombres no se publiquen en ningún sitio.
Se sentían incómodos. Me piden que
espere fuera. Uno de ellos ha ido a llamar al Trabajador Social para ver si él
puede explicarme algo más.
Aparece el Trabajador Social, es de la
Cruz Roja, me presento, le comento qué es lo que necesito. Demasiadas
preguntas. Me indicó que no podía atenderme en ese momento, pero que si quiero
puedo ponerme en contacto con él. Se marcha.
Me preparo para irme, ya nadie más
quiere que le pregunte. Mi sensación: me voy a casa sin ninguna respuesta.
Cuando ya estaba dispuesta a irme,
viene otro señor. Uno de los señores de administración le para y le pide que
hable conmigo. No sé quién es, no me dice nada. Le hago las mismas preguntas
que a todos: la estructura, la repartición de celdas, la estancia…Me comenta
que no va a contestarme, que no es él quien tiene que hacerlo, me explica que
debo dirigirme a la Dirección General de Policía de la calle Rafael Calvo,
aunque no recuerda el número, que allí me contestarán a todas las preguntas. Yo
insisto en que sólo quiero información de este centro. Él insiste en que no va
a contestar a nada.
Ya es hora de marcharme. Ya no puedo
hacer nada más.